El viejo cazador y el guardián del bosque

Prólogo

Los pueblerinos moraban en casas pequeñas, realizaban sus labores durante el ciclo matutino, muy pocos andaban de noche. El pueblo tenía calles angostas, una gran variedad de roperías, tradicionales pulperías, viejos almacenes, plazoletas medianamente limpias, edificaciones sin terminar, bares artesanales, puentes en mal estado, sistemas fluviales bastante irregulares, fastidiosos huaicos, encharcados albardones, una amplia estribación que rodeaba los límites meridionales, pasajes neblinosos y espaciosos valles.

Durante los inicios del invierno más frío de todos los tiempos, allá por el año 1998, época en la que las grandes olas polares arrasaban con todo de forma violenta y las personas con bajas defensas se volvían susceptibles a los resfríos y a la gripe, la vida se tornó difícil para muchos trabajadores que tenían que exponerse al álgido clima que les hacía temblar hasta los huesos. Algunos animales salvajes hibernaban, otros escapaban de la región en busca de un sitio más cálido.

Los lúgubres bosques septentrionales, repletos de colosales pinos y rocosos senderos cubiertos de nieve, eran el territorio preferido para muchos hombres corajudos que les gustaba aventurarse en lugares inseguros y poner en riesgo sus vidas. Las extensas rutas llenas de curvas y contracurvas, por las que casi nadie transitaba durante períodos inclementes, atravesaban los ingentes bosques, siendo un estorbo para las especies autóctonas que cruzaban de un recinto a otro.

Ávidos por hallar animales indefensos para matar, tres jóvenes inexpertos abrigados con camperas gruesas y gorros de vicuña, provenientes de un pueblo arcano, se adentraron en el corazón de un conocido bosque frondoso que quedaba lejos de la civilización, se separaron para iniciar su divertido juego violento que consistía en ver quién cazaba más animales antes de la puesta de sol.

Guiados por relojes de pulsera, no por el cielo encapotado, los aventureros iniciaron el recorrido explorando a diestro y siniestro para encontrar una presa que formase parte del jovial botín de cacería. Los tres desaparecieron misteriosamente y nadie más volvió a saber nada de ellos. Desde entonces, surgieron varias leyendas acerca de ese cabalístico bosque, perteneciente al área dieciséis, que suponían la existencia de un monstruo que se devoraba a los intrusos. Algunos creían que se trataba de un yeti mientras que otros creían que se trataba de un trol. Nadie sabía qué había sucedido en realidad, la necesidad de inventar supercherías siempre estaba presente al no poseer una respuesta satisfactoria.

1. Prólogo