el lado sombrio de Jhon RIgan

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John rigan sufría esquizofrenia desde los 18 años, su deterioro fue heredado de su padre que había fallecido desde hace unos años, John fue internado en un hospital psiquiátrico por 6 años, allá conoció a la doctora Paola de la rosa, y al doctor mirko, que lo atendieron en su enfermedad, John pudo salir del hospital por sus mejoras y los buenos controles con medicamentos
una vez afuera conoció a una mujer llamada Ariana brum, fue novia de ella por dos años, termino con ella porque ella era manipuladora, todo quedo así sin saber que ella tenía un negro pasado
pronto su vida cambio cuando un día John siente que alguien se le va apoderando de su mente, en un principio piensa que es algo ocasionado por su enfermedad, pero todo empeora cuando ese ser malvado empieza a dominarlo para matar personas.
con mucho tiempo, John se da cuenta de que Ariana está involucrada, para encontrarla debe buscar a 5 personas que saben alguna información de su paradero, curiosamente, esas personas habían también vivido en el hospital mental
1, Robert el ingenioso: bueno en el diseño, vivía en una casa con atalaya, donde existía una mítica historia que allí habitaba un hombre que colgaba a las mujeres en la atalaya, él quería descifrar el motivo, tío de Ariana, Alemania
daisynovel.com la sanadora: era un ser de gran conocimiento, tenía el don de curar, pero tenía una temible fiebre por comer carne humana, bruja y conocida de Ariana, Francia. Oriunda de latino América
daisynovel.com la malévola: actriz de teatro, amaba los mimos y las marionetas, vivía obsesionada de uno en particular que le había diseñado su padre antes de que el falleciera, hermana de Ariana, asesina, casa victoriana en estados unidos
daisynovel.com greifol: millonario, su hobby beber sangre, tenía una enfermedad de bipolaridad, hermano de Ariana, vive en una casa de reposo estados unidos.

Summary

John rigan sufría esquizofrenia desde los 18 años, su deterioro fue heredado de su padre que había fallecido desde hace unos años, John fue internado en un hospital psiquiátrico por 6 años, allá conoció a la doctora Paola de la rosa, y al doctor mirko, que lo atendieron en su enfermedad, John pudo salir del hospital por sus mejoras y los buenos controles con medicamentos
una vez afuera conoció a una mujer llamada Ariana brum, fue novia de ella por dos años, termino con ella porque ella era manipuladora, todo quedo así sin saber que ella tenía un negro pasado
pronto su vida cambio cuando un día John siente que alguien se le va apoderando de su mente, en un principio piensa que es algo ocasionado por su enfermedad, pero todo empeora cuando ese ser malvado empieza a dominarlo para matar personas.
con mucho tiempo, John se da cuenta de que Ariana está involucrada, para encontrarla debe buscar a 5 personas que saben alguna información de su paradero, curiosamente, esas personas habían también vivido en el hospital mental
1, Robert el ingenioso: bueno en el diseño, vivía en una casa con atalaya, donde existía una mítica historia que allí habitaba un hombre que colgaba a las mujeres en la atalaya, él quería descifrar el motivo, tío de Ariana, Alemania
daisynovel.com la sanadora: era un ser de gran conocimiento, tenía el don de curar, pero tenía una temible fiebre por comer carne humana, bruja y conocida de Ariana, Francia. Oriunda de latino América
daisynovel.com la malévola: actriz de teatro, amaba los mimos y las marionetas, vivía obsesionada de uno en particular que le había diseñado su padre antes de que el falleciera, hermana de Ariana, asesina, casa victoriana en estados unidos
daisynovel.com greifol: millonario, su hobby beber sangre, tenía una enfermedad de bipolaridad, hermano de Ariana, vive en una casa de reposo estados unidos.

capítulo 1

Era una noche frívola de noviembre. El viento acariciaba levemente la puerta de la residencia Rigan, en su interior dormía tranquilamente el propietario acompañado de su gato Richy y de una vela que reemplazaba su lámpara cuando se esfumaba la energía.

Dentro de sus sueños el joven de estatura media y piel pálida se idealizaba un hospital en el cual se encontraba internado. Recostado en una camilla de cuidados intensivos y apoderado por un solitario ambiente, el caballero Rigan solo observaba la tenue luz blanca que le alumbraba su amplio cuarto; hacia el fondo podía apreciar a través de la puerta de vaivén semi-abierta a los médicos transitar de un lado para otro.

Se hallaba solo en la amplia habitación, al lado derecho se podía observar una camilla oxidada que se separaba de la suya por una cortina blanca entre abierta, a su izquierda se ubicaba la bolsa de suero de un color azuloso cuyas gotas ingresaban lentamente por sus venas.

La luz parpadeante del techo le inquietaba, se sentía intranquilo cuando quería mover su cuerpo inerte que se percibía inhabilitado por un fuerte peso que estaba encima de su humanidad. John Rigan no podía gritar, solo lograba moverse levemente y observar a los alrededores, se enfocaba principalmente hacia la puerta de vaivén implorando que alguien pasara encontrándose con una fatídica insatisfacción a su deseo de ser atendido, o tal vez de ser liberado de aquellas cadenas invisibles que lo mantenían aprisionado.

El impotente paciente comenzó a rememorar sus largos años en el hospital psiquiátrico. Inició a surgir un sonido de su mente como si se hubiese puesto un viejo casete en su cabeza; poco después empezaron a escucharse sonidos de gente gritando en medio del desolado y silencioso ambiente donde el solo podía escucharlos.

«Nefasto martirio, nefasto» ― pensaba John Rigan― «Desdichado encontrarme aquí nuevamente atado entre esta camilla como si fuera una camisa de fuerza de las que tanto odiaba tener puesta; de este martirio de callar mis cuerdas bucales porque los medicamentos mudaban mi voz; mas no callaban mis caprichosos e inquietos pensamientos».

Prefería hacer caso omiso a esas vagas sensaciones de un pasado lleno de malos recuerdos almacenados en un baúl de su memoria donde se resguarda su tétrica subsistencia dentro de un hospital psiquiátrico; como también de su enfermedad extraña que lo hizo llegar allí desde niño, haciéndole perder los mejores momentos de su vida.

El joven Rigan de 29 años abría y cerraba los ojos para salir del sueño, deseaba pellizcarse, se mordió la boca para generarse un dolor que lo pudiese liberar de aquella tétrica pesadilla donde solo se percibía el leve viento entrando por una pequeña ventana y el goteo del extraño liquido azul que lo alarmaba al verlo llegar lentamente hacia su brazo.

Suplicaba como un niño en búsqueda de auxilio; su voz no podía ser escuchada, sus movimientos eran poco percibidos, no podía hacer nada, ni siquiera despertarse. Estaba internado en su mente, en donde cada neurona de su encéfalo le jugaba una mala pasada.

Pasaba el tiempo, si es que existiese en ese lugar; a decir verdad, no se podía saber cuál era la hora precisa. En aquel consultorio no existía un reloj, tampoco alguna señal de aviso de una radio, ni mucho menos un televisor. Aquello ya no importaba, sentía que había ya sucedido una eternidad en aquella agonía donde solo esperaba ser despertado por el sonido de su teléfono o por el mordisco de su gato para pedirle comida.

Por fin aparecieron en el lugar dos hermosos seres angelicales que vestían de blanco, se acercaron lentamente hacia el paciente, ambas tenían un hermoso aroma a flores y en su mano derecha una tablilla que sostenía algunos documentos.

La primera dama de cabellera rojiza y larga se acercó sensualmente hacia John Rigan; tenía un esbelto cuerpo y unos voluptuosos senos, la blusa estaba un poco entreabierta y se le podía divisar un tatuaje de una mamba negra1, sus uñas eran largas decoradas por un color rojizo brillante y sus carnosos labios tenían un pequeño brillo que tentaban ser besados.

1: la mamba negra es una serpiente del África, considerada como la más venenosa y letal del mundo.

La segunda dama, un poco más tímida que la otra, era pequeña de estatura, tenía unos lentes que la hacían parecer intelectual, el marco rojo le decoraba mucho con sus ojos color miel. Su cabellera rizada, aunque no era larga, le llegaba hasta el cuello y era de un color castaño con un leve toque de azabache; sus labios también eran sensuales, su cuerpo era bello, algo juvenil y virginal, con unas hermosas piernas que ensombrecían las ideas del perplejo John Rigan.

Ambas damiselas se sentaron en la cama; la más alta al lado izquierdo, y la chica intelectual al derecho. John Rigan comenzó a sentirse excitado al contemplar que las dos damas mordían los lapiceros con sensualidad y leían los documentos del paciente.

La temible pesadilla paso a ser un sueño erótico; pensaba al menos eso John Rigan. Su parte intima comenzaba a despertarse, su libido y su pasión por querer tocarlas estaba cada vez más apoderándosele; volvió a su realidad cuando pretendía hacerlo para saciar su instinto animal con la infortunada suerte de no poder moverse.

―Bueno querido Alfred, hemos ya leído tu expediente. Me parece excitable y algo maravilloso. Estuviste internado 10 años en una clínica mental por que tus padres no comprendían tus dones de apreciar personas inter-dimensionales que solo podías contemplar; en verdad es fantástico, exótico y único― expresó excitada la dama del tatuaje.

―La esquizofrenia no es para nada un juego, ni mucho menos maravilloso, yo no puedo imaginar que se puede sentir ver seres que nadie más ve, en mi caso me sentiría solitaria y de otro mundo―expresa la mujer de anteojos.

―Hay querida, siempre has sido de otro plano, pareces estar en el nirvana, perdida en las hermosas pasiones de la paz interior, en un estereotipo de cielo que se riega como gotas de agua en la faz de toda la tierra― añadió la sensual dama del tatuaje mientras soltaba una leve risa.

John Rigan escuchaba la tertulia entre las damas sin comprender mucho, una defendía lo hermoso del misticismo, la otra por su lado le contradecía con teorías científicas y pensamientos filosóficos.

―Silencia tus palabras querida intelectual. No hemos venido a este lugar para ponernos a discutir, recuerda que yo vine a proponerle algo interesante al paciente.

―Y yo vengo a impedirlo―expresó valientemente la chica más pequeña de ojos color miel

―Veamos entonces quien gana―la sensual dama de cejas gruesa realizó un chasquido con su mano libre, en ese instante la voz de John Rigan volvía a recuperarse.

―Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco, me sentía…―sus palabras fueron interferidos por los delineados dedos de la sensual dama.

―Shhh, escúchanos querido amigo, se obediente, si todo sale bien sexy caballero tal vez puedas llevarme esta noche a tu cama.

La piel de John Rigan comenzó a estremecerse al escuchar aquella petición, en verdad él lo deseaba, quería poseer a la mujer tatuada, acariciar su sensual cuerpo y cometer el gran pecado de saciar sus más sucios deseos; lo mismo ocurría con la chica intelectual, aunque la percibía muy inocente en los temas sexuales, generándole ternura con una leve dosis de cariño.

―Al parecer mi niño se ha puesto juicioso, bien echo mi bebe, si sigues así te merecerás una gran recompensa.

―Cállate Eliade, deja de coquetear y permíteme primero hablar― dijo con ira la chica intelectual.

―Adelante Penélope, debes saciar la sed de expresar tu pensamiento porque sé que nadie te escucha.

La intelectual chica no presto atención a las palabras de Eliade, se quitó sus antejos y realizo un suspiro para luego mirar directamente a John Rigan.

―Mi querido John Alfred Rigan; hijo único de Sonia Rigan y Cristopher Sweith, mi chico más idolatrado y amado. Te vi nacer, te cuido desde que te dieron a luz, mi prioridad eres tú y siempre lo serás.

Hoy deseo ser escuchada porque son pocas las veces que me has atendido; solo acudes ante mí en tus momentos solitarios, más nunca por otra razón; ese comportamiento me genera tristeza; pero cuando me hablas, te doy fuerzas y consuelo para que sigas adelante, además, es el momento adecuado de enterarte que gracias a mi ayuda pudiste salir de aquel tétrico hospital y ahora eres un gran ser.

―O tal vez fue por los medicamentos y las terapias―interrumpió Eliade.

Un gesto de fastidio se divisó en el pulido y angelical rostro de Penélope.

―Mi querido Alfred, quiero que me escuches atentamente; hoy más que nunca deseo que tomes una decisión con el corazón. Anhelo que sigas tu vida y luches para que salgas adelante con tus proyectos, cuando decaigas búscame y te daré aliento― Penélope coge la mano tiesa de John Rigan que solo la observaba perplejo por su comentario.

―Ya que terminaste, seguiré yo―Eliade se acercó lentamente a los labios de John sin prestarle mucha atención a los gestos iracundos de Penélope―. Esas palabras de mi amiga son muy bellas, también puedo ofrecerte protección y muchas cosas más, como el don de poder estar con las mujeres que quieras. Serás querido, amado y respetado; virtudes que hasta ahora no has podido obtener.

Después de salir de tu internado…. Que podría decir ¿Has tenido una sola novia?; pero que desperdicio de hombre, tienes un sensual cuerpo, una linda sonrisa y bueno… algo más delicioso― Eliade tocaba la entrepierna de John, el cual empieza a sentirse excitado e hipnotizado por las sensuales palabras de la dama.

Eliade se levantó de la cama y se acarició el cabello, cogió un asiento y se sentó con las piernas cruzadas dejando lucir su sensual cintura.

―En verdad me parece lindo que Penélope te de aliento con tus proyectos―prosiguió―. Quieres ser arquitecto; pero aun no terminas tu carrera; has mostrado algunos innovadores proyectos a empresas sin tener aún tu diploma; ideas que desafortunadamente no han sido aprovechadas por falta de una titulación.

Hasta has vivido gran parte de tu vida haciendo trabajos de los demás; lo que te hace sentir seguro es tu hogar heredado por vuestro padre, además de eso no hay nada más, o ¿sí?

― ¡Cállate! no tienes que recalcar mi vida.

―Veo que mi pobre John se enojó. Lo siento amor, la verdad es algo cruel, sin maquillajes y totalmente directo; pero hoy no vengo a recalcar tu mala e injusta vida, hoy vengo a darte una oportunidad de cambiarlo todo, deseo mejorar tu vida, concederte lo que más deseas, ser escuchado, ser aceptado dentro de la sociedad y ser un gran arquitecto.

― ¿A cambio de qué? ―John Rigan dudaba de lo que le decía Eliade, por otro lado, Penélope se sentía tranquila ante la reacción del paciente.

―No hay nada que me interese de ti, solo tu felicidad, esta es una oportunidad única, estaré contigo para siempre y te llenare de bienestar, sé que no ocupare el mismo amor de tus padres; pero será diferente, puro y más sincero.

―Tus palabras me suenan algo familiares―John Rigan se sentía incómodo ante ese discurso que le hacía recordar a su ex novia―. En verdad tu propuesta es tentadora; pero no me logras del todo convencer.

Eliade comenzó a sentirse intranquila, de modo que saca otro haz en la manga; se impregna un poco de brillo en su boca y absorbe un gas azuloso que salía del lápiz labial sin generar sospechas de Penélope, luego se acercó hacia el paciente y lo beso tiernamente para depositar aquel extraño gas en el cuerpo del impotente John Rigan.

―Es tu decisión mi querido Alfred Rigan, es verdad, se me había olvidado que odias ese nombre, en fin… dime amado, te vas conmigo o te quedas con las pocas expectativas de Penélope.

―Me voy contigo hermoso ser―la inesperada respuesta cogió de sorpresa a Penélope, Eliade por su lado se sentía victoriosa por obtener lo que quería.

―Buena decisión amado mío. Te libero de tus ataduras y organízate porque nos vamos― John Rigan se sintió nuevamente libre al mover sus manos; se dirigió sin vacilar hacia una gaveta que era señalada por Eliade, luego toma la vestimenta que había allí sin perder de vista a la dama que salía de la habitación.

Penélope se sentía anonadada e imposibilitada por realizar algo al respecto, aunque sabía que Eliade había hecho una de sus jugarretas; pero ya era demasiado tarde. Con resignación se levantó de la cama, se dirigió hacia John Rigan y le dijo:

―Cuidado debes tener de lo que anhelas; si deseas algo malo, cosas malas pasaran. No te dejes engañar por la sed de poder; búscame cuando todo se salga de tus manos, habitaré en tu corazón, pronuncia mi nombre y allí estaré para apoyarte, por lo demás quiero que seas precavido, pronto tu vida cambiara para siempre.

John Rigan no presto mucha atención a las palabras de Penélope porque se sentía seguro de su decisión; primero, por las propuestas dadas por Eliade; segundo, por la sensualidad de la dama que lo hipnotizaba y por aquel extraño gas que hacía desearla más.

Penélope desapareció en un abrir y cerrar de ojos, pronto se encontraba John Rigan vestido con un pantalón oscuro, una camisa roja, y un saco elegante del mismo color, se amarra deprisa sus lustrosas zapatillas y se acercó lentamente hacia la sensual Eliade.

―Cierra los ojos amor; te llevare a un lugar más íntimo, esta noche te has ganado un premio extra― Eliade beso fuertemente a John Rigan y lo abrazó apasionadamente; pronto John se encontró en un lugar un poco menos tétrico: era una amplia habitación donde se hallaba una ventana grande cubierta por una cortina roja; el colchón de la cama era de agua, al fondo se escuchaba música romántica para la ocasión y había algunas velas rojas por el suelo.

La sensual mujer cogió la mano de él joven Rigan; lo sentó en la cama y luego se alejó de él, después se despojó de su vestimenta con lentitud, primero se observaron sus hermosos senos y su delineado abdomen.

Eliade se cogió con fuerza un pecho y comienza a quitarse las sandalias una a una con sus pies. Después se despojó la falda; quedó con una hermosa ropa interior de color rojo que ponía sudoroso a John Rigan, pronto se quitó lentamente sus medias veladas; tenía unas piernas realmente delineadas como de una modelo que el tanto había visto en las revistas.

A John Rigan le parecía aquel instante muy real. Por un momento deseo evocarlos en su dimensión donde ya no existía las fantasías de los sueños y todo era gobernado por las leyes universales de la realidad.

Eliade se cogió el cabello; ahora parecía más largo porque le llegaba casi hasta la cintura. Se acercó lentamente hacia John Rigan y le quito despaciosamente el buzo y su camisa.

Cuando sus ojos se observaron a la luz de las velas se contemplaron más claros, de un color miel profundo, casi verduscos, sus pupilas eran grandes y oscuras, pareciese que allí existiese un universo lleno de misterios.

La dama se sentó encima de las piernas del John Rigan. Comenzaba a mover su cintura lentamente y acariciaba su cuerpo con una de sus manos, movió el rostro hacia atrás y empieza a gemir sensualmente. El joven comenzó a sentirse perplejo e inundado de mucho placer; su cuerpo ya no lo podía manejar conscientemente, ahora se estaba despertando su instinto animal, y todo lo que sucedía lo disfrutaba con exquisitez.

Ya no pensaba en lo que había pasado en el hospital. Se olvidaba paulatinamente de Penélope, de sus advertencias y sus concejos, ahora se dejaba llevar del regocijante tacto de cuerpos, de la exquisita compañía de Eliade y sus sensuales movimientos.

La dama mira hacia adelante, ahora sus ojos eran más verdes y brillantes, las pupilas eran de un gato y su lengua bífida.

―No sabes como esperaba esto mi querido John Alfred; mi cuerpo deseaba este momento una y otra vez, ahora disfrutare de ti hasta que me canse o te vea perder la cordura―los dientes de Eliade se convirtieron en colmillos. El joven John quería escapar; pero nuevamente se encontraba inmóvil. La dama jugueteaba con el cuerpo desnudo de su víctima, se acercó lentamente hacia su rostro y lo acariciaba con su larga lengua, pronto después agarró fuertemente el cuello y se dispuso a morderlo.

―Lindo día querido John, disfruta tu deseo― la dama abrió su boca y le arrancó de un solo golpe una parte de su cuello.

De un fuerte golpe el joven se despertó sudoroso de su cama; se hallaba en el suelo boca abajo y sus manos temblaban. Richy ya estaba en la cocina tomando agua.

John Rigan se arrastró por el piso; con algo de debilidad en sus piernas se levantó ayudado de su mueble, adquirió deprisa sus lentes y dirigió la vista hacia un espejo.

Eran las seis de la mañana de un 23 de enero de 1992. John Alfred aprovechó la luz proveniente de las ventanas para poder contemplarse; su semblante se encontraba demacrado, tenía los ojos ojerosos y rojizos, la barba descuidada y el cabello grasoso y desordenado; se sentía cohibido al notar su esquelético rostro aun no mostraba alguna mejora; apenas llevaba unos cuatro días pudiendo dormir sin interrupciones, hasta el día de anoche, donde aquella abrumadora pesadilla lo hizo perder los estribos.

Se dirigió lentamente hacia el baño; aun temblaban sus piernas, en verdad no comprendía lo que le sucedía, también sentía un leve ardor en su cuello como si en verdad le hubiesen arrancado una porción de carne.

Sus manos le ardían y se encontraban rojizas como si tuviese una alergia, lo primero que pensó fue que aquella pesadilla había pasado de cierta forma al plano real; considerando que le aquel extraño estado había sido generado por el rose que tuvo con el deleitoso cuerpo del ser demoniaco llamado Eliade; al menos eso pensaba el abrumado Alfred.

Alfred abre lentamente la puerta del baño, pisó lentamente la fría baldosa del suelo generándole una leve escalofrió, se acercó hacia el lavamanos y abrió la llave a chorro. El agua se encontraba algo tibia como tanto le gustaba, se lavó fuertemente el rostro para salir de su trance, cerró los ojos y disfruta del agua, luego cerró la llave y cogió una pequeña toalla color amarilla que había sido regalada por su madre.

El joven abrió nuevamente los ojos; dirigió nuevamente la vista hacia el espejo del baño. Detrás de él se encontraba una hermosa dama de cabellera negra y piel pálida como el de un muerto, se encontraba vestida de un hermoso traje gótico color negro, sus manos delgadas se encontraban entrecruzadas, sus ojos eran oscuros y sus cejas delineadas.

―No… ¿otra vez tú?, no, por favor, esto no puede estar pasando― John Alfred se pegó fuertemente en el rostro, cerró nuevamente los ojos, comenzó a orar y trata controlar su llanto―. No eres real, eres parte de mi imaginación.

―Sabes que si soy real mi querido Alfred. Mírame amigo mío de aventuras, he vuelto para acompañarte y darte apoyo en este actual estado.

Sin prestar atención a la melodiosa voz de la dama John Alfred salió del baño, se dirigió deprisa a buscar sus medicamentos psiquiátricos y se las toma sin un sorbo de agua.

Comenzaba a temblar aún más. El joven John se encontraba enloquecido por encontrarse con Paulina después de tanto tiempo; se daba palmadas en su rostro para reaccionar y hacerla desaparecer; pero la sensual dama aún estaba en la entrada del baño observando sus uñas de color azul.

―Esto no lo soporto más―John Rigan se puso una sudadera azul y una camiseta negra; luego amarra sus tenis blancos y sin mucho arreglo se dirigió hacia el parqueadero, abrió la puerta del garaje y se dispuso a sacar el carro regalado por su padre: un Volkswagen color negro que había sido adquirido en Alemania cuando su padre había viajado a ese país por asuntos laborales. Encendió el automóvil, el tanque del carro estaba medio lleno, sin importarle dicha situación, dio reversa, oprimió el botón para volver a bajar la puerta de la cochera y arrancó a toda prisa sin ningún rumbo.

Pronto John Rigan se encontraba en la carretera Interestatal 5 hacia la ciudad Oregón donde vivía su madre; en un momento pensaba visitarla; pero no sabía que escusa podría decirle, ya había pasado mucho tiempo en que no iba a casa porque se enterró en sus ideas para diseñar futuristas edificios y obras arquitectónicas que le generaban una inimaginable sensación de estar en otra dimensión.

El soñador pseudo- Arquitecto frena en seco para tomar un poco de aire; se arrincona hacia un lado de la carretera y puso música suave. Mozart era lo que más le encantaba escuchar; comenzó a deleitarse por la hermosa sinfonía y trata nuevamente reorganizar sus pensamientos, por un momento abrió los ojos y mira el retrovisor; allí estaba Paulina en el asiento trasero mirándolo fijamente con un rostro serio, la percibía más pálida, moribunda y vampiresa, con la misma sensualidad con que la había conocido o creado por su imaginación.

Alfred arrincona aún más su automóvil hacia el pastizal. Salió de su carro y oprimió el seguro, cerró las ventanas a través de un sistema automático; luego se dispuso a caminar un poco más allá de la carretera por los pastizales donde se encuentra un bello lugar lleno de flores, se acostó en el suelo y empezó a observar el cielo; Paulina por su lado, se sentó a su lado y comienza a corear bellas liricas francesas.

2,0

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