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Puedes oír claramente el batir de las alas sacudiendo la torre, abres lentamente la trampilla y asomas tu cabeza encapuchada exponiéndote al aire frígido de la noche. La inmensa silueta opaca las estrellas por un segundo, pero en un instante una niebla de color plateado pasa y el dragón desaparece dejando en su lugar una figura alta y delgada, con una barba larguísima y el cabello igual de largo pero atado en una trenza.
—Hace días que os pasáis las noches acá arriba —le reprochas— el aire de estas horas no es bueno para vuestra salud.
La figura de tu maestro voltea lentamente a darte la cara, es un anciano de rostro afable, algo quemado por el frio o el sol, te cuesta saberlo, y mucho más arrugado de lo que recordabas, hoy particularmente su piel se ve más agrietada.
—Hace días que me siento cada vez más cerca de allá arriba que de allá abajo —te contesta con una sonrisa triste.
—A vuestra edad me preocupa que pretendáis salir volando y nos aplastéis a todos con ese tamaño, ustedes los dragones crecéis demasiado y nunca paráis de hacerlo.
Dos líneas de humo salen de la nariz del Hechicero Mayor mientras se ríe suavemente, pero a los pocos instantes la risa se torna en una tos fuerte y seca. Corres a su lado para ayudarlo, en el proceso no puedes evitar notar que a pesar de la diferencia de tamaño entre tu figura de enano y la de él, se ve mucho más pequeño que de costumbre.
—Mi señor —le ruegas— no te quedes acá, ya tu cuerpo no puede con tanto frío.
—Torrkan —te contesta aun entre reír y toser—, típico de tu parte abandonar las formalidades apenas tus sentimientos se apoderan de ti, eso siempre me ha conmovido de tu espíritu mi querido pupilo, pero no debes preocuparte, hace mucho que ya no me molesta el frío o el calor. He tenido una larga vida, he conocido la austeridad y la abundancia, he dedicado cada gota de mi sangre, cada aliento de mi pecho, cada latir de mi corazón a traer una vida mejor a Milnaroth.
Estas palabras te traen un nudo a la garganta, hay algo en su voz, una añoranza triste que no logras entender del todo. Apartas la mirada y observas el horizonte de la noche, la luna iluminando las extensas planicies, se supone que desde este sitio debería poder observarse todo el reino, pero la oscuridad de la noche no permite tal hazaña.
—Has tenido una vida larga Yuuta —dices finalmente—, incluso para los de tu especie.
—Y eso ha sido una fortuna puesto que sobre mis hombros ha reposado todo este tiempo la paz de nuestra tierra, pero el mundo empieza a cambiar, los magi como tú cada día son más comunes, la magia debe ser entendida de otra manera.
Puedes ver claramente como observa el artilugio en tu mano, sin el cual no podrías pertenecer a la Orden.
—Todo tiene un final amigo amado —dice finalmente tras un largo suspiro.
—¿Acaso has visto el futuro?
—Nunca fue necesario, lo sentía en mis huesos
—¿Y qué pretendes que haga yo en tu ausencia?
No puedes evitar que las lágrimas inunden tus ojos, corriendo rápidamente por tus mejillas y empapando tu barba. Pero tu maestro te sonríe con una mirada tierna, llena de compasión y sabiduría, toma tu rostro, seca tus lágrimas y besa tu frente.
—Tener fe amigo mío, el sol siempre vuelve a salir, otro ha de venir y tomar mi sitio, es tal el destino del Hechicero Maestro…
Y con esas palabras el anciano retoma la forma inmensa que oculta tras su apariencia de hombre, ahora de cerca puedes apreciarlo mucho mejor, la falta de brillo en sus escamas, las garras sin filo, las alas cansadas.
La inmensa criatura alza el vuelo, y sabes perfectamente que nunca volverás a verle.
—Que así sea —dices, aunque nadie se encuentre ya lo suficientemente cerca como para oírte.
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